La Isla Flotante

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27 julio 2005

Infinito

Bueeeenax, gentes. Esta tarde llegué con un día de adelanto del Palmar 2005 (malditas cuestiones de papeleo) y pensé escribir sobre el concierto que ofreció Mr Bunbury y su Huracán en Jerez el sábado pasado (al que fuimos, como no podía ser de otro modo, Bigote, DrunkenGothic :P, Lour y yo. Pero mira por donde he encontrado este artículo aparecido en el Diario de Jerez que me va a solucionar la papeleta. Aunque le sobran florituras, estoy más o menos de acuerdo con él. Y es que Bunbury, señores, es de los pocos que tiene licencia para levantarse e irse del escenario cuando le dé la real gana.



La noche del camaleón


El polifacético Enrique Bunbury ofreció hora y media larga de
directo circense-cabaretero a miles de seguidores que
abarrotaron el estadio de La Juventud

FRANCISCO SÁNCHEZ MÚGICA

Jerez. Transcurrida poco menos de media hora de rigor, se ilumina la pista central del 'circo' y aparecen hasta ocho músicos de la 'troupe' del maestro de ceremonias, un púgil aragonés, Enrique Bunbury, dispuesto a ofrecer con su 'show' circense-cabaretero una buena sacudida musical a las no menos de 8.000 personas congregadas en el estadio de La Juventud en la noche del pasado sábado.

Con su ya tradicional y desgarbada apariencia, a medio camino entre Bob Dylan y Jim Morrison, irrumpe el artista en una austera puesta en escena. Las reminiscencias 'glam', su sombrero tejano y un toque macarra –que le acompaña desde su último alarido con los Héroes–, son los primeros indicios que delatan a un Bunbury camaleónico e histriónico a partes exactamente iguales.
La apertura del concierto es prometedora. Suena la música de Otto et mezzo (Ocho y medio), aquella melodía que el compositor italiano Nino Rota dedicara en los años 60 al magistral filme de Fellini. Ciertamente, un preámbulo sabiamente seleccionado y que anticipa, si se rememora la historia, lo que deparará el concierto.
Esto es, la música, esta vez, como metáfora, que ilustra la actuación de un artista (más que un autor, aunque también lo es) onírico, intimista y, en ocasiones, disperso.
Sus letras son, en muchas ocasiones, surrealistas, pero siempre van cargadas de realidad visceral que se dramatiza en su voz, susurrante a veces, y exagerada siempre. Sólo así se hacen comprensibles temas como Que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, Anidando liendres, El viento a favor y El extranjero, una de las canciones con las que mayor conexión obtuvo de un público con el que, por otra parte, se comunicó a la perfección durante todo el espectáculo.
A los temas iniciales, extraídos de su último trabajo El viaje a ninguna parte (2004) y de otros álbumes ya clásicos como Pequeño (1999), se sumaron La señorita hermafrodita y los 'hits' radiofónicos Que tengas suertecita y Los restos del naufragio.
Un sentido homenaje, este último, a sus bien escogidas referencias musicales: Leonard Cohen, Tom Waits, Nick Cave o los argentinos Andrés Calamaro y Charly García.
Los buenos presagios siguieron cumpliéndose a 'rajatabla', y con un público entregado totalmente, Bunbury se dedicó a enlazar, casi sin rechistar, una nutrida selección de su mejor repertorio en solitario desde que publicase en 1997 Radical sonora, su trampolín experimental que ha alcanzado la madurez con El viaje a ninguna parte.
Un largo y extenuante periplo que le ha convertido en un artista hambriento, de música que ofrecer, y de, por ejemplo, "tortillitas de camarones" que comer. No en vano, solicitó varias veces degustar el famoso manjar local acompañado de una copa de manzanilla. Evidentemente, esta tierra no es desconocida para él.
Mención aparte merece la banda de excepción que le acompaña durante toda su gira. Un puñado de músicos
brillantes que arroparon con mucho protagonismo el directo del aragonés.
Aunque de todo El huracán ambulante, sobresalieron la virtuosa violinista Ana Belén Estaje, cuyos solos bien podrían justificar el precio de una entrada; o Rafa 'mariachi' Domínguez, que 'guitarreó' de lo lindo y terminó siendo aclamado por los presentes.
De este modo, a la adaptación de su famosa Alicia, le siguieron Lady blue (que gana enteros en la nueva versión con Iván Ferreiro), Apuesta por el rock 'n' roll y El club de los imposibles (Flamingos, 2002), para cerrar la primera hora larga de directo con Iberia sumergida, un tributo a sus ancestros musicales.
Un gesto que, sin duda, agradecerán eternamente los cientos de idólatras de Héroes del silencio que acudieron a la cita. Y que tendría continuación en el segundo de los bises con la efervescente La chispa adecuada, que terminó de encandilar a la congregación.
Antes, se escucharían las primeras palmas por bulerías de la noche, que reclamaron la 'propina' de un espectáculo que, hasta entonces, se había pasado demasiado rápido. Infinito y El jinete seguidas de …Y al final, fueron tres guindas agridulces que sonaron, con unos aires rancheros, demasiado a despedida.
Japón espera esta semana al artista, pero como tampoco quiso decepcionar a sus fieles, se marcó un acompasado último bis que dedicó a la figura de su admirado tanguista porteño Roberto 'Polaco' Goyeneche.
En esta ocasión, interpretó su versión personal de La última curda, que a golpe de piano y bandoneón terminó de narcotizar a sus incondicionales, muchos de ellos llegados a la ciudad desde remotos puntos del territorio andaluz.
Luego, intentó continuar por esos territorios de la Patagonia, pero interrumpió la actuación con un: "Hasta aquí llegué".
Acto seguido, abandonó el escenario y se marchó para no regresar. Así es Enrique Bunbury. O le quieres o le detestas. No admite medias tintas porque es un rockero capaz de resumir una actuación brillante en una anécdota bizarra. Y capaz de, al mismo tiempo, entronizarse como un artista sobrecapacitado para insuflar oxígeno a un pop-rock nacional al que se le va la vida a pasos agigantados.
Y es que, como el mismo artista zaragozano reconoció (con otros términos metafóricos), en un panorama de prostitución musical empecinado en el triunfo y empeñado en ofrecerle la extremaunción a esa etiqueta (desafortunada, a veces), son muy pocos los que intentan salvaguardarla con un mínimo de honestidad. Escúchese para esa causa a los también artistas nacionales Deluxe, Sr. Chinarro, Sidonie, La habitación roja y
otro manojo de 'raras avis'.
En definitiva, Bunbury pasó con más gloria que pena por Jerez, en una noche de luna llena en la que su figura de trovador políticamente incorrecto se acrecentó en un diálogo fluido con su público que no cesó de demandarle una sugerencia: "toda la noche aquí". Enrique aprobó la petición asegurando que él no tenía prisa por marcharse. Pese a todo, seguro que otros percibieron sensaciones bien diferentes.

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Añadiré al artículo el par de encuentros paranormales que sufrimos, consistiendo estos en un viejales bigotudo en calzones blancos en la puerta de su casa balbuceando incoherencias alegremente y en la guardaespaldas de Kingpin que se me puso delante en el concierto y que le faltó medio paso atrás para convertir el roce continuo en intento de violación. Cuanto friki en el mundo, mamíferos míos.

(Un saludo a In joy and sorrow, el blog donde hallé el articulo)

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